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Nuevos enfoques en cultura para la nueva etapa política en Roca y RN

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Con tantos cambios políticos en estos días en la provincia de Río Negro y en el municipio de General Roca (aunque en este último podríamos hablar de cierta continuidad política), creemos interesante aportar nuestras visiones a lo que puede significar un impulso político en la esfera cultural. Un impulso que tiene que venir acompañado de unas políticas culturales que se asienten y tengan en cuenta el rol de la cultura en la actualidad…

En este post haremos un breve repaso a los cambios sociales y tecnológicos que impactan directamente sobre lo que entendemos como “cultura” para desde allí avanzar en algunas propuestas para la zona.

En los últimos 10 años el avance de las nuevas tecnologías ha generado grandes cambios sociales, culturales o económicos que se podrían englobar en un cambio de paradigma llamado “cultura digital”. Es algo similar a lo que Castells divide entre el “informacionalismo” como concepto y estructura tecnológica y la “sociedad red” como forma de organización social que se basa en aquellas estructuras tecnológicas.

Ahora, ¿cuáles son las características principales de esta cultura digital? Enumeraremos algunas, dejándonos muchas otras: todas están interrelacionadas.

Por un lado, y fundamental: la información debe ser gratuita y libre. Esto nos permite arreglar, mejorar o reinventar sistemas. Esto está en la base de la corriente por el software libre y es parte fundamental de la ética hacker.
El nuevo paradigma-red también da lugar a una nueva arquitectura de la información definida por la horizontalidad y la descentralización. Aquí no existen los intermediarios, cualquier persona directamente puede aportar contenido e información al patchwork colectivo, al coro polifónico.
Este último punto da paso a otra característica, tal vez una de las más interesantes: la posibilidad de la creación común de contenidos, la creación colaborativa, lo que deriva en conceptos y cuestiones de remezcla y autoría, mashups, autorías compartidas, anonimato, etc.
El tema de las licencias sobre las creaciones colectivas es, a nuestro parecer, uno de los más importantes y actuales en tiempos de capitalismo cognitivo. En éste, la “captura” del conocimiento actúa como materia prima para la creación de plusvalía privada. Por el contrario, las licencias abiertas permiten que ese conocimiento generado colectivamente no sea “cercado” para fines privados/comerciales, enriquezca a todos y sea reutilizado para generar nuevo conocimiento.
Esta posibilidad de creación colectiva se relaciona directamente con el planteamiento del procomún o “commons”, un interesantísimo paraguas conceptual que se encuentra en plena definición. Pero el procomún se merece un post aparte…

Este nuevo paradigma, al facilitar la multiplicidad de opiniones y que cada persona pueda aportar su punto de vista a diferentes temáticas, genera una mayor autonomía personal que deriva en la creación de diversas comunidades de interesados. El conocimiento generado por estas comunidades (conocimiento, notémoslo, generado fuera de las instituciones educativas formales) es luego “liberado” al resto de la sociedad, con lo que se puede lograr un mayor empoderamiento ciudadano.

El ámbito cultural es tal vez uno de los más permeables a estos nuevos valores, y existen diferentes ejemplos que intentan poner en práctica estas características de la cultura digital. Estos nuevos enfoques en lo cultural ponen el acento sobre el hecho que el conocimiento y el aprendizaje se producen en cualquier momento y en cualquier lugar, generando procesos de autoformación y prácticas pedagógicas colaborativas que muchas veces colisionan con el status quo. Estos proyectos recalcan la capacidad de cada persona de aportar sus conocimientos sobre diversas temáticas (ejemplificado en el lema que dice que “everyone is an expert”), la reciprocidad en las formas de distribución del conocimiento, la capacidad de generar conocimiento durante el proceso mismo de experimentación (y una valoración del error como hecho de aprendizaje), etc.

Todo esto implica facilitar unos entornos realmente participativos para la generación de políticas y prácticas culturales que tengan en cuenta los intereses, necesidades y deseos de l*s ciudadan*s. Implica también la creación y el adecuamiento de las instituciones tradicionalmente encargadas de “lo cultural” a este nuevo contexto basado en la participación y la colaboración. Y esto tiene a su vez su reflejo en el pensamiento urbano vinculado a un desarrollo inclusivo: la emergencia de procesos abiertos que favorezcan la innovación social y la creación de conocimiento local son solo algunas de las externalidades positivas que pueden generar y/o incrementar el valor añadido local.

Para bajar un poco esta introducción teórica, y para ubicarla en la actualidad de cambio político de la provincia y el municipio, adentrémonos en diferentes acciones y programas que se pueden desarrollar para hacer realidad este contexto que venimos describiendo. Notemos que esto no va en detrimento de las políticas culturales desarrolladas en los últimos años por los gobiernos de la zona (por ejemplo, General Roca o Cipolletti), enfocadas en una democratización en el acceso a diversas manifestaciones culturales y concretadas en los diferentes talleres culturales barriales que han tenido lugar en los últimos años, con notorios resultados. Las líneas de trabajo que aquí proponemos van en la línea de insertar la región en las dinámicas de la cultura digital, aumentando la participación activa de la ciudadanía y generando un empoderamiento autónomo a través de procesos colaborativos.

Las líneas propuestas son, entre otras:

    > potenciar el rol de las bibliotecas públicas como centros de generación y difusión de conocimiento local, aprovechando las infraestructuras y aggiornándolas y adecuándolas a los requerimientos técnicos/tecnológicos hoy en día necesarios.
    > la adecuación de las instituciones culturales (como museos) a un contexto donde se pasa de un espectador contemplativo a un ciudadano crítico y productor de conocimiento, un público participativo. Estos nuevos entes culturales deberían impulsar espacios para la investigación (social-artística-técnica-cultural-…) en los que se formen “comunidades híbridas”, esto es, compuestas por profesionales, personas con conocimientos técnicos y un público general “no cualificado” (aunque esta misma distinción cualificado-no cualificado debe ser puesta en duda).
    > también vinculado con el nuevo y necesario cambio de rol de las instituciones culturales, creemos importante la apertura de éstas a diversos agentes sociales y culturales de la ciudad, sean colectivos sociales, grupos artísticos, espacios culturales autónomos, instituciones educativas… Estos agentes poseen un gran (y probado) potencial en la generación de conocimiento vinculado al contexto local, por lo que las instituciones “formales” deberán adaptarse a la naturaleza dinámica, pragmática y flexible de aquéllos. Esto implicará una adaptación en el organigrama institucional y una adopción de los valores propios de la cultura digital, como son el aprender haciendo, la colaboración, la innovación abierta, o la transparencia.
    > el fortalecimiento de una política de inclusión digital, necesariamente unida a los Departamentos culturales, que no sólo “alfabetice” (qué término más feo!) sino que posibilite la participación de la ciudadanía en cuestiones vinculadas al desarrollo micro, generando conocimiento e información con variables locales.
    > el avance en el uso de licencias libres para el conocimiento que resulte de los talleres y proyectos ciudadanos. De esta forma se estaría liberando al dominio público el resultado (y los procesos) de las dinámicas generadas por la ciudadanía, por lo que esa innovación social quedaría lista para ser reutilizada por otras personas. Asimismo, se reforzará el apartado de documentación de las actividades y la creación de “manuales de usuarios” para aquéllos procesos más técnicos. Se trata, así, de fomentar la reproductibilidad, de permitir la copia, de incitar al remix
    > la creación de unas líneas de subvenciones o apoyos puntuales a diferentes colectivos culturales sobre temas comunes, que afectan la cotidianidad de la ciudad. Así, se propondrían algunos “premios” para el desarrollo de proyectos sobre, por ejemplo, esfera pública y comunicación, espacio público y ciudadanía, documentación y memoria local, proyectos tecnológicos que fomenten la participación sobre determinadas áreas de la ciudad, etc. De esta forma los vecinos se movilizan y proponen alternativas para su ciudad.

Estas son algunas de las líneas de trabajo en materia cultural que proponemos desde Enjambre. Creemos que son procesos culturales que permiten la participación, lo que podrá derivar en una ciudadanía activa, que será una ciudadanía empoderada. A través de estas líneas se puede generar un marco institucional adecuado a las innovadoras formas de autoorganización ciudadana, siguiendo modelos colaborativos y abiertos, con un flujo continuo de información, análisis, deliberación y toma de decisiones multidireccional. Creemos necesario insertar de lleno a la región en las dinámicas culturales actuales, promoviendo el contexto para la innovación social, generando valor ciudadano que retorne a la comunidad. Esto último por encima de todo: que retorne a la comunidad…

¿Qué otras acciones o programas serían interesantes llevar a cabo en esta nueva etapa?


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